Y llegaron las tres marías

Para algunos siempre serán mercancía

A principios de verano del 2014 se integraron en la manada tres nuevas señoritas: Uma, Roia y Shanti.

Nos las trajo un vecino del valle de al lado que, por necesidad, tenía que deshacerse de ellas pero quería dinero a cambio de entregarlas. Su futuro colgaba de un hilo, si le pagábamos lo que pedía tendrían un futuro digno, si no, este iba a ser tan corto como lo que durase el trayecto hasta el matadero.

Una vez acordado el precio, pagamos, y el señor nos trajo a las tres yeguas. Uma, la pony torda, en ese entonces de apenas 4 años de edad, fue la que sufrió más las consecuencias de ese traslado. La trajo montándola en contra de su voluntad y llegó con las marcas al rojo vivo de las espuelas. Detrás de ella la seguían Roia, su hija de a penas unos dos meses de edad, y Shanti que debía de tener entre año y medio y dos.

Uma y Roia con parte de la manada.


Shanti llegó con una herida bien fea en la mandíbula, bajo los premolares. Al cabo de un tiempo nos enteramos de cómo se la hizo; para enseñarle a ir del ramal, la ataron a un tractor y tiraron de ella… Esta experiencia le hizo crear un gran rechazo hacia cualquier tipo de presión (R-).
A pesar de esto, desde el segundo día en casa, confió en mí y se dejó curar sin ningún problema. Desde ese momento confía en todoxs nosotrxs sin pizca de duda, somos su familia y se lo demostramos desde el primer instante en el que llegó.

Debido a su corta edad, Roia no sufrió consecuencias directas de manejo o trato, pero sí que vivió con el miedo que su madre (Uma) sintió durante muchos años hacia los humanos.

La oportunidad de ser caballo con todos sus derechos

Al integrarse en la manada, Uma y Roia se alejaron durante años de cualquier contacto con el humano. En cambio, Shanti disfrutaba de nuestra presencia.

En 2017, tras tres años su llegada a casa, conseguimos que Uma hiciera un cambió de chip y se diera cuenta de que nostrxs no éramos igual que los humanos que recordaba, no teníamos ninguna expectativa, ni esperábamos nada de ellas. Solo queríamos que tuvieran la oportunidad de vivir como deben.

En el momento en el que se dio cuenta, le cambió la vida. A partir de ese instante se transformó en una ponita curiosa, dulce y con ideas firmes. (¡Ah! ¡Y con demasiadas ganas de entrenar!)

Uma y Roia en 2014 tras un mes de su llegada.

Roia ya hacía unos meses que sentía más curiosidad hacia los humanos, al fin y al cabo no dejaba de ser una potra de tres añitos, con una madre que sentía miedo hacia nosotrxs, pero a la vez una compi que llegó junto a ellas (Shanti) y una manada a la que les caíamos muy bien. Cuando sintió el cambio de chip de Uma, dejo todas las dudas de lado y se transformó en la potra más preciosa del mundo. Valiente, divertida, curiosa, amable y muy dulce.

La montaña rusa de aprendizajes

Shanti en 2014 tras un mes de su llegada.

El camino hasta día de hoy ha sido una montaña rusa, pero benditos altibajos que nos hacen aprender y crecer más y más como equipo.

A día de hoy “las tres Marías” tienen unas ganas inmensas de estar con los humanos y que estos les ofrezcan actividades para realizar conjuntamente.

Nunca antes había podido vivir en carne propia la relación entre madre e hija que nunca se separaron por el destete o cualquier otro motivo hasta pasados los cuatro años de la potra (Roia). Como tampoco la relación de Shanti con ellas dos, no son familia directa, pero tienen una relación tan estrecha que parece que Uma sea la madre guía por igual tanto de Roia como de Shanti.

La suerte es mía por poder compartir mi vida con semejantes maestras.

Roia, Uma y Shanti siempre juntas (2022).

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